Flor de sacuanjoche

Flor de sacuanjoche
Flor de sacuanjoche-Flor nacional de Nicaragua

lunes, 28 de junio de 2010

Cabocla

Nota: El 10 de agosto de 2007 coloqué esta entrada debido al entusiasmo que despertó en mí la telenovela brasileña de época "Cabocla". La refresco debido a que es una de las entradas que más visitas tiene desde diversas partes, lo cual no deja de asombrarme pero, a la vez, me satisface mucho.



Ayer concluyó la estupenda telenovela brasileña que el Canal 2 presentó estos meses a la una de la tarde, Cabocla.

La magnífica interpretación de los actores brasileños, insuperable como siempre. Los exteriores, bellísimos, con fotografía impecable. El vestuario, adecuadísimo para la época y los distintos grupos sociales. Todo sin faltar las sorpresas y las situaciones cómicas, como estamos acostumbrados en Nicaragua con las telenovelas brasileñas desde los años 80. En este caso, un argumento de época, supongo que de las primeras décadas o mediados del siglo XX.

Sin los comentarios y adelantos de los medios -escritos, radiales y televisivos- como es el caso de las novelas brasileñas estelares de las 9:00 PM, Cabocla transcurrió sin bombos ni platillos, lo que considero una lástima.

El término que da nombre a la novela, significa, caboclo: En Brasil, mestizo de indio y blanco.

La historia central es la rivalidad política tradicional entre dos grandes terratenientes, el coronel Boanerges y el coronel Justino. Con el regreso del hijo de Justino de realizar sus estudios en Río Janeiro, el muchacho plantea la obsolescencia del sistema político, económico y social imperante en el país, especialmente en las áreas alejadas de los centros de poder político, en donde perviven abierta o solapadamente formas de esclavitud y feudalismo, las arbitrariedades y abusos de poder de los "coroneles" y las autoridades establecidas, el abandono de los representantes políticos que sólo se acercan al pueblo para captar los votos para su elección, obviando el analfabetismo, la mortalidad infantil, los salarios miserables, despojos de tierras,los pagos con bonos, la proletarización, etc. que sufre el pueblo.

Como parte importante de la historia central se presenta el amor imposible- al modo de Romeo y Julieta- entre el hijo del coronel Justino, Manuel -lo llaman Neco -y la hija del coronel Boanerges, Beliña. La oposición de los padres incentiva el entusiasmo de los jóvenes a luchar por imponer su criterio. Sin tener intereses políticos pero por el empuje de la gente ante sus cuestionamientos al sistema , además como forma de adversar su rechazo, Neco le gana a Boanerges la postulación como prefecto (alcalde) del lugar.

Esta historia de amor de Neco y Beliña es la del joven blanco, adinerado y educado que se enamora de la joven blanca, adinerada y educada, que finalmente, se casan por amor y no como se acostumbraba entre sus familias, matrimonios arreglados por intereses económicos.

Pero en la novela concurre una serie de historias de amor. La segunda en importancia es la del joven blanco, adinerado y educado que por razones de salud va al campo y se enamora de la mestiza (cabocla), de clase media (su padre blanco y su madre india han medrado y llegado a poseer un hotel) y escasa preparación. En esta historia rosa, es el joven y no la mujer - Manon o La Dama de las Camelias- el que sufre tuberculosis; finalmente se cura y deja la capital para convertirse en hacendado junto a su amada cabocla.

En las otras: un criado se enamora de una criada, se juntan y sueñan -trabajando y ahorrando- para en el futuro tener un negocio próspero como el del patrón; una joven blanca, adinerada y educada se casa con un campesino blanco, sin educación, pobre y proletarizado. Una campesina blanca, pobre emigra a la capital se casa con un comerciante ambulante árabe que prospera y se instala en la ciudad. Una inmigrante europea que vivió una terrible niñez de abuso familiar se gana la vida prestando servicio sexual; finalmente se casa con el viudo coronel Justino.

Significativo, un joven negro (tengamos en cuenta que Brasil fue el último país en América en abolir la esclavitud, a principios del siglo XX), el conductor del coronel Boanerges aprende a leer y se dispone a trabajar como conductor en la capital para estudiar al mismo tiempo con la anuencia de su nuevo patrón.

Nada queda por fuera, incluso la incidencia de la iglesia y la religión así como la permanencia de algunas ideas conservadoras en este entramado de historias que presenta la dinamización de las fuerzas políticas, económicas y sociales, en este caso de Brasil, pero representativo de América Latina.

La telenovela cierra con broche de oro con un simbolismo: Beliña está pariendo y su marido con su padre y su suegro están en un mitin proclamando la candidatura del coronel Boanerges para diputado nacional, para que alguien honrado que nació en, y conoce las necesidades de la región los represente en el Congreso. En las escenas finales, alternan imágenes en flash de Beliña con sus alaridos por el dolor del parto más el nacimiento de su hijo y Neco gritando en el mitin las consignas: ¡El voto es nuestra fuerza!. ¡El voto es nuestra arma!.

Melba






Título Original: Cabocla
Productora: Rede Globo
Autor de la historia: Benedito Ruy Barbosa
Direccón: Fred Mayrink, André Felipe Binder e Pedro Vasconcelos
Dirección General: José Luiz Villamarim e Rogério Gomes
Año de producción: 2004
Año de exhibición: 2006
Número de capítulos: 167

PROTAGONISTAS:

VANESSA GIÁCOMO
DANIEL DE OLIVEIRA
TONY RAMOS
PATRÍCIA PILLAR
REGIANE ALVES
DANTON MELLO

.

jueves, 17 de junio de 2010

Porque.... (Una de mis expansiones).- Melba




















Porque una vez marché a tus campos
a buscar el día que me quisieras
y estabas allí, en lontananza,
esperándome con tus brazos abiertos
muy repletos de ternura
esperándome con tus labios-cántaros
cargados de sol y de miel.

Porque buscando por veredas
encontré tu nombre y tu figura
grabados en las piedras del tiempo...
Porque buscando por caminos
encontré tu figura y tu pasión
en el trinar de las aves
en el rumor de los mares
en la sonrisa de las flores
y en tus versos infinitos.

Porque has marcado mi alma
y has hechizado mi corazón
y no sé más que amarte...
...porque has marcado mi piel
y tan solo dices ven y voy con premura
a presentar a Amor mi ofrenda votiva
por éso y tan sólo por éso,
vuelve conmigo, mi amor,
y dime que me amas
y quieres que muramos juntos.
conjurando la eternidad...






Nota: La imagen fue tomada de internet.

.

miércoles, 16 de junio de 2010

¿Te acordás, hermano? Por Mario Benedetti

¿Te acordás hermano qué tiempos aquellos
cuando sin cortedades ni temor ni vergüenza
se podía decir impunemente pueblo?
cada uno estaba donde correspondía
los capos allá arriba
nosotros aquí abajo

es cierto que no siempre
logró colarse el pueblo en las constituciones
o en las reformas de las constituciones
pero sí en el espíritu de las constituciones
los diputados y los senadores
todos eran nombrados sin boato
como representantes de ese pueblo

ahora el requisito indispensable
para obtener curules en los viejos partidos
y algunos de los nuevos
es no pronunciar pueblo
es no arrimarse al pueblo
no soñar con el pueblo

incluso hubo un ministro mexicano
(sabines dixit) que en el sesenta y ocho
unos meses después de tlatelolco
dijo con el pueblo me limpio el culo
después de todo el tipo era sincero

por otra parte en las obras más doctas
de los historiadores con oficio
el pueblo aún figura en las notas al pie
y en el último tramo de la bibliografía

pero el voquible pueblo
en general
es contraseña de las catacumbas
de los contactos clandestinos
de las exhumaciones arqueológicas

de vez en cuando surge un erudito
que descubre que engels dijo pueblo
que gramsci el che guevara y rosa luxemburgo
que mariátegui y marx y pablo iglesias
dijeron pueblo alguna que otra vez

y ciertos profesores que todavía tienen
en sus armarios el pañuelo rojo
llevan a sus alumnos al museo
para que tomen nota disimuladamente
de cómo eran las momias y los pueblos
y claro los muchachos que absorben como esponjas
se levantan sonámbulos en mitad de la noche
y trotan por los blancos corredores
diciendo pueblo saboreando pueblo

mas como en la vigilia vigilada
ya nadie grita ni murmura pueblo
hay en las calles y en plazoletas
en los clubes y colegios privados
en las academias y en las autopistas
una paz algo densa
a prueba de disturbios
y un silencio compacto
sin fisuras
algo por el estilo del que encontró neil amstrong
cuando anduvo paseando por la luna sin pueblo.




Nota: La imagen fue tomada de internet

.

viernes, 11 de junio de 2010

Canto de guerra de las cosas.- Joaquín Pasos


Cuando lleguéis a viejos, respetaréis la piedra,
si es que llegáis a viejos,
si es que entonces quedó alguna piedra.
Vuestros hijos amarán al viejo cobre,
al hierro fiel.
Recibiréis a los antiguos metales en el seno de vuestras
familias,
trataréis al noble plomo con la decencia que corresponde a su
carácter dulce;
os reconciliaréis con el zinc dándole un suave nombre;
con el bronce considerándolo como hermano del oro,
porque el oro no fue a la guerra por vosotros,
el oro se quedó, por vosotros, haciendo el papel de niño
mimado,
vestido de terciopelo, arropado, protegido por el resentido
acero...
Cuando lleguéis a viejos, respetaréis al oro,
si es que llegáis a viejos,
si es que entonces quedó algún oro.
El agua es la única eternidad de la sangre.
Su fuerza, hecha sangre. Su inquietud, hecha sangre.
Su violento anhelo de viento y cielo,
hecho sangre.
Mañana dirán que la sangre se hizo polvo,
mañana estará seca la sangre.
Ni sudor, ni lágrimas, ni orina
podrán llenar el hueco del corazón vacío.
Mañana envidiarán la bomba hidráulica de un inodoro
palpitante,
la constancia viva de un grifo,
el grueso líquido.
El río se encargará de los riñones destrozados
y en medio del desierto los huesos en cruz pedirán en vano
que regrese el agua a los cuerpos de los hombres.
Dadme un motor más fuerte que un corazón de hombre.
Dadme un cerebro de máquina que pueda ser agujereado sin
dolor.
Dadme por fuera un cuerpo de metal y por dentro otro
cuerpo de metal
igual al del soldado de plomo que no muere,
que no te pide, Señor, la gracia de no ser humillado por
tus obras,
como el soldado de carne blanducha, nuestro débil orgullo,
que por tu día ofrecerá la luz de sus ojos,
que por tu metal admitirá una bala en su pecho,
que por tu agua devolverá su sangre.
Y que quiere ser como un cuchillo, al que no puede herir
otro cuchillo.
Esta cal de mi sangre incorporada a mi vida
será la cal de mi tumba incorporada a mi muerte,
porque aquí está el futuro envuelto en papel de estaño,
aquí está la ración humana en forma de pequeños ataúdes,
y la ametralladora sigue ardiendo de deseos
y a través de los siglos sigue fiel el amor del cuchillo a la
carne.
Y luego, decid si no ha sido abundante la cosecha de balas,
si los campos no están sembrados de bayonetas,
si no han reventado a su tiempo las granadas...
Decid si hay algún pozo, un hueco, un escondrijo
que no sea un fecundo nido de bombas robustas;
decid si este diluvio de fuego líquido
no es más hermoso y más terrible que el de Noé,
¡sin que haya un arca de acero que resista
ni un avión que regrese con la rama de olivo!
Vosotros, dominadores del cristal, he ahí vuestros vidrios
fundidos.
Vuestras casas de porcelana, vuestros trenes de mica,
vuestras lágrimas envueltas en celofán, vuestros corazones
de bakelita,
vuestros risibles y hediondos pies de hule,
todo se funde y corre al llamado de guerra de las cosas,
como se funde y se escapa con rencor el acero que ha
sostenido una estatua.
Los marineros están un poco excitados. Algo les turba
su viaje.
Se asoman a la borda y escudriñan el agua,
se asoman a la torre y escudriñan el aire.
Pero no hay nada.
No hay peces, ni olas, ni estrellas, ni pájaros.
Señor capitán, ¿a dónde vamos?
Lo sabremos más tarde.
Cuando hayamos llegado.
Los marineros quieren lanzar el ancla,
los marineros quieren saber qué pasa.
Pero no es nada. Están un poco excitados.
El agua del mar tiene un sabor más amargo,
el viento del mar es demasiado pesado.
Y no camina el barco. Se quedó quieto en medio del viaje.
Los marineros se preguntan ¿qué pasa? con las manos,
han perdido el habla.
No ha pasado nada. Están un poco excitados.
Nunca volverá a pasar nada. Nunca lanzarán el ancla.
No había que buscarla en las cartas del naipe ni en los juegos
de la cábala.
En todas las cartas estaba, hasta en las de amor y en las
de navegar.
Todas los signos llevaban su signo.
Izaba su bandera sin color, fantasmas de bandera para ser
pintada con colores de sangre de fantasma,
bandera que cuando flotaba al viento parecía que flotaba el
viento.
Iba y venía, iba en el venir, venía en el yendo, como que si
fuera viniendo.
Subía, y luego bajaba hasta en medio de la multitud y
besaba a cada hombre.
Acariciaba cada cosa con sus dedos suaves de sobadora
de marfil.
Cuando pasaba un tranvía, ella pasaba en el tranvía;
cuando pasaba una locomotora, ella iba sentada en la trompa.
Pasaba ante el vidrio de todas las vitrinas,
Sobre el río de todos los puentes,
por el cielo de todas las ventanas.
Era la misma vida que flota ciega en las calles como una
niebla borracha.
Estaba de pie junto a todas las paredes como un ejército de
mendigos,
era un diluvio en el aire.
Era tenaz, y también dulce, como el tiempo.
Con la opaca voz de un destrozado amor sin remedio,
con el hueco de un corazón fugitivo,
con la sombra del cuerpo
con la sombra del alma, apenas sombra de vidrio,
con el espacio vacío de una mano sin dueño,
con los labios heridos
con los párpados sin sueño,
con el pedazo de pecho donde está sembrado el musgo del
resentimiento
y el narciso,
con el hombro izquierdo
con el hombro que carga las flores y el vino,
con las uñas que aún están adentro
y no han salido,
con el porvenir sin premio con el pasado sin castigo,
con el aliento,
con el silbido,
con el último bocado de tiempo, con el último sorbo de
líquido
con el último verso del último libro.
Y con lo que será ajeno. Y con lo que fue mío.
Somos la orquídea de acero,
florecimos en la trinchera como el moho sobre el filo de la
espada,
somos una vegetación de sangre,
somos flores de carne que chorrean sangre,
somos la muerte recién podada
que florecerá muertes y más muertes hasta hacer un
inmenso jardín de muertes.
Como la enredadera púrpura de filosa raíz,
que corta el corazón y se siembra en la fangosa sangre
y sube y baja según su peligrosa marea.
Así hemos inundado el pecho de los vivos,
somos la selva que avanza.
Somos la tierra presente. Vegetal y podrida.
Pantano corrompido que burbujea mariposas y arco-iris.
Donde tu cáscara se levanta están nuestros huesos llorosos,
nuestro dolor brillante en carne viva,
oh santa y hedionda tierra nuestra,
humus humanos.
Desde mi gris sube mi ávida mirada,
mi ojo viejo y tardo, ya encanecido,
desde el fondo de un vértigo lamoso
sin negro y sin color completamente ciego.
Asciendo como topo hacia el aire
que huele mi vista,
el ojo de mi olfato, y el murciélago
todo hecho de sonido.
Aqui la piedra es piedra, pero ni el tacto sordo
puede imaginar si vamos o venimos,
pero venimos, sí, desde mi fondo espeso,
pero vamos, ya lo sentimos, en los dedos podridos
y en esta cruel mudez que quiere cantar.
Como un súbito amanecer que la sangre dibuja
irrumpe el violento deseo de sufrir,
y luego el llanto fluyendo como la uña de la carne
y el rabioso corazón ladrando en la puerta.
Y en la puerta un cubo que se palpa
y un camino verde bajo los pies hasta el pozo,
hasta más hondo aún, hasta el agua,
y en el agua una palabra samaritana
hasta más hondo aún, hasta el beso,
Del mar opaco que me empuja
llevo en mi sangre el hueco de su ola,
el hueco de su huida,
un precipicio de sal aposentada.
Si algo traigo para decir, dispensadme,
em el bello camino lo he olvidado.
Por un descuido me comí la espuma,
perdonadme, que vengo enamorado.
Detrás de ti quedan ahora cosas despreocupadas, dulces.
Pájaros muertos, árboles sin riego.
Una hiedra marchita. Un olor de recuerdo.
No hay nada exacto, no hay nada malo ni bueno,
y parece que la vida se ha marchado hacia el país del trueno.
Tú, que vista en un jarrón de flores el golpe de esta fuerza,
tú, la invitada al viento en fiesta.
tu, la dueña de una cotorra y un coche de ágiles ruedas, sobre
la verja
tú que miraste a un caballo del tiovivo
y quedar sobre la grama como esperando que lo montasen
los niños de la escuela,
asiste ahora, con ojos pálidos, a esta naturaleza muerta.
Los frutos no maduran en este aire dormido
sino lentamente, de tal suerte que parecen marchitos,
y hasta los insectos se equivocan en esta primavera
sonámbula, sin sentido.
La naturaleza tiene ausente a su marido.
No tienen ni fuerzas suficientes para morir las semillas del
cultivo
y su muerte se oye como el hilito de sangre que sale de
la boca del hombre herido.
Rosas solteronas, flores que parecen usadas en la fiesta del olvido,
débil olor de tumbas, de hierbas que mueren sobre mármoles
inscritos.
Ni un solo grito. Ni siquiera la voz de un pájaro o de un niño
o el ruido de un bravo asesino con su cuchillo.
¡Qué dieras hoy por tener manchado de sangre el vestido!
¡Qué dieras por encontrar habitado algún nido!
¡Qué dieras porque sembraran en tu carne un hijo!
Por fin, Señor de los Ejércitos, he aquí el dolor supremo.
He aquí, sin lástimas, sin subterfugios, sin versos,
el dolor verdadero.
Por fin, Señor, he aquí frente a nosotros el dolor parado
en seco.
No es un dolor por los heridos ni por los muertos,
ni por la sangre derramada ni por la tierra llena de lamentos
ni por las ciudades vacías de casas ni por los campos llenos de
huérfanos.
Es el dolor entero.
No pueden haber lágrimas ni duelo
ni palabras ni recuerdos,
pues nada cabe ya dentro del pecho.
Todos los ruidos del mundo forman un gran silencio.
Todos los hombres del mundo forman un solo espectro.
En medio de este dolor, ¡soldado!, queda tu puesto
vacío o lleno.
Las vidas de los que quedan están con huecos,
tienen vacíos completos,
como si se hubieran sacado bocados de carne de sus cuerpos.
Asómate a este boquete, a éste que tengo en el pecho,
para ver cielos e infiernos.
Mira mi cabeza hendida por millares de agujeros:
a través brilla un sol blanco, a través un astro negro.
Toca mi mano, esta mano que ayer sostuvo un acero:
¡puedes pasar en el aire, a través de ella, tus dedos!
He aquí la ausencia del hombre, fuga de carne, de miedo,
días, cosas, almas, fuego.
Todo se quedó en el tiempo. Todo se quemó allá lejos.






Joaquín Pasos (Nicaragua, 1914-1947)


Nota.- Este poema de Joaquín Pasos me conmueve hondamente.