En los dos últimos años he viajado con relativa frecuencia a la parte norte del país donde nací y crecí hasta los diecisiete. Ha sido reconfortante el acercamiento con mis familiares. Ello contribuye a mi bienestar emocional. Pero hay algo doloroso: los ríos que solía ver en mi niñez ya no existen. Un ejemplo en San Juan del Río Coco: detrás del patio de la casa de mi madre y de la de mi tía, a escasos cien metros- corría una "quebrada", que era un pequeño río comparado con el río Coco o Segovia (también éste es un charquito en su paso bajo el puente de Ocotal). Mi tío Pablo había construido una represa y una gran rueda con la que generaba energía eléctrica. Hoy, esto es lo que queda en ese sitio. :(
1 comentario:
Melba, ¡cuánto tiempo hace que no te visito y que no te escribo un correo! Lo siento, amiga. Pero no me he olvidado de ti.
Espero que todos estén bien en la familia.
Los paisajes van cambiando, y hasta los arroyos o rios desaparecen. Es normal que tengamos añoranza y tristeza, pero son otros tiempos.
Y debemos vivirlos también!
Te dejo un fuerte abrazo.
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